Primero debemos saber que es una rebelión: la rebelión es el levantamiento armado en este caso contra medidas del gobierno, no siempre con el fin de derrocarlo (sacar el gobierno).
La REVOLUCIÓN, es cuando se da un cambio rápido en la estructura.
La de 1904 no fue una revolución, fue una rebelión ya que no consiguió sus objetivos.
¿Por qué los blancos se enfrentaban a los colorados?
Terminado el MILITARISMO, se volvió a las elecciones, ese período se llamó CIVILISMO, ya que los civiles, personas no militares podían gobernar.
Pero, la constitución del Uruguay preveía que el gobierno que ganara las elecciones obtenía todo el poder, es decir, si ganaban los colorados todo el poder era para los colorados y si ganaban los blancos, todo el poder era para los blancos.
El Partido nacional perdió repetidamente las elecciones y eso los hizo enojar, acusando a los colorados de fraude electoral. No se contaban de manera adecuada los votos, además los blancos querían participar en las distintas decisiones que tomara el gobierno, pero no se podía.
Al fin, llegaron en 1897 a un acuerdo, donde los blancos podían participar en algunas decisiones y tener algunos jefes políticos (intendentes).
Con la llegada de José Batlle y Ordoñez al poder, en 1903, eso se terminó, nombró jefes políticos a blancos que estaban en contra de Saravia, y habían sido expulsados del partido, lo que hizo enojar a los blancos una vez más.
Así que liderados por Aparicio Saravia, intentaron a través de las armas, hacer que el gobierno cambiara de decisión.
José Batlle y Ordoñez y Aparicio Saravia, nunca se vieron cara a cara.
Los blancos tenían un ejército con muchos integrantes, pero el ejército del país era muy poderoso ya que como recuerdan en la época del MILITARISMO se había profesionalizado más aún a los soldados, entrenado y armado. Batlle mejoró el armamento, y aparte contaba con mejores medios como el control del ferrocarril.
El 3 de enero de 1904, estalló la guerra. En el interior del país, los blancos comenzaron a rechazar el gobierno colorado.
A lo largo de la campaña, que duraría ocho meses, unos 12.0001 a 15.0002 guerrilleros blancos desafiaron a las 36.000 tropas gubernamentales,1 repitiendo la táctica usada en la revolución de 1897: movimiento permanente, batallas ocasionales seguidas de retiradas, recibo de pertrechos desde Brasil y Argentina y extender el enfrentamiento hasta que el gobierno –agotado– acepte negociar.
Batlle –un líder de notable autoridad y decisión– se sirvió de un Ejército mejor organizado y armado que el de 1897, empleó bien los recursos modernos como el ferrocarril, el telégrafo y las nuevas armas, y adoptó medidas de insólita severidad: leva en masa para servir en las Guardias Nacionales, interdicción de bienes privados, lugares de reuniones y órganos de prensa. Batlle dirigió personalmente los movimientos militares y dividió a sus tropas en dos grandes cuerpos: el del Sur, liderado por Justino Muniz, y el del Norte, comandado por Manuel Benavente.
Muerte de Saravia y fin de la guerra civil
Pero el 1 de septiembre, al hallar la vanguardia de Vázquez al mando de J.M. Escobar firmemente parapetada tras largos cercos de piedra —las denominadas mangueras—, los blancos decidieron combatir; se sentían más fuertes que nunca y probablemente deseaban mejorar su posición en las negociaciones de paz.
Sin embargo, la sangrienta Batalla de Masoller, que parecía favorable a los revolucionarios, derivó en la dispersión y posterior derrota de los blancos después de que Saravia fuese herido en el vientre por un disparo de Mauser mientras recorría el frente a unos 200 metros de las líneas enemigas –moriría nueve días después en territorio brasileño–. Algo a tener en cuenta era el alcance de sus fusiles que ya no eran de 400 m sino de 1800 con una tecnología muy similar a la de hoy, con esta ventaja a su favor los francotiradores solo hicieron una descarga e hirieron de muerte a Aparicio que revoleaba el pòncho en una cuchilla al alcance de estas formidables armas para la fecha.
La Revolución de 1904 fue la última patriada al estilo del siglo XIX, y movilizó a un número elevadísimo de combatientes de todas las clases sociales, en un país que no superaba el millón de habitantes. Expresó, por un lado, el deseo gubernamental de recuperar la unidad política del Uruguay; y, por otro, como en 1897, manifestó la aspiración de los blancos de gozar de garantías electorales –representación de minorías, voto secreto– y transparencia administrativa.
La última gran guerra civil uruguaya marcó el ocaso de una cultura de raíz rural, ganadera e independiente. Tras la paz se inició el poderoso ciclo del Batllismo, que signó la historia del Uruguay durante al menos cinco décadas.
Ya lo leí
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