La historia de los bonobos con gafas




Hace muchos muchísimoss años la tribu de los bonobos vivía en un bosquecillo frondoso. Los bonobos estaban siempre muy ocupados mascando los frutos y bayas, pepitas y semillas, raíces y capullos que las bonobas recogían todo el día para ellos y para los bonobos chiquitines.
Los bonobos parloteaban sin descanso, parloteaban y comían, comían y batían las palmas y golpeaban los troncos de los árboles como si fueran tambores. El estruendo que armaban se oía desde muy lejos y los pangolinos y lorilentos, sus vecinos, que eran muy amantes de hacer la siesta, se lamentaban amargamente.

Un día, un poco aburridos de hacer siempre lo mismo, los bonobos decidieron instruirse. Después de días y más días de discusiones, votaciones, deliberaciones, conclusiones y decisiones, los cuatro bonobos más guapos partieron hacia Belfast para aprender inglés.
Y un un buen martes, los cuatro guapos volvieron de Belfast, cada uno con un par de gafas y una maleta negra. Los cuatro bonobos gafudos se instalaron en el árbol más alto, y se pasaron un día entero gritando palabras rarísimas que nadie sabía ni entendía: “Full!! Stop! Ring! Black!”, gritaban.
Los otros bonobos estaban petrificados de admiración, y entonces les enseñaron a los otros bonobos las palabras y cuando las habían aprendido les daban un par de gafas negras que habían traído en las maletas.

Pero... también las bonobas escuchaban las lecciones, y también ellas aprendieron las palabras. Pero los bonobos no les daban las gafas porque había la costumbre de que las bonobas llevaran un pañuelo en la cabeza, y con el pañuelo las gafas resbalaban y caían.
Algunas bonobas quisieron quitarse el pañuelo para poder llevar gafas, pero los bonobos se rieron y burlaron tanto que tuvieron que volver a ponerse los pañuelos a toda prisa. Los bonobos pensaban: “Es mejor así porque si las bonobas se pusieran también a enseñar palabras ¿quién recogería los frutos y las bayas, las pepitas y las semillas, las raíces y los capullos para nosotros y para los pequeños?” 

Pero las bonobas se cansaron y... un buen día decidieron cambiar de bosquecillo y hacer solo aquellas cosas que les gustaba de verdad. Y plantaron flores y hierbas aromáticas, hicieron música, fabricaron hamacas fresquitas para el verano y tejieron colchas para las noches frías, se inventaron juguetes para los niños...
El bosquecillo se volvía bonito, tranquilo y cómodo. Estaba lleno de música y juegos. Olía muy bien. Las bonobas y los bonobitos recogían juntos los frutos y las bayas, pepitas y semillas, raíces y capullos, cada uno para sí y todos para los más pequeños.

Y los bonobos tuvieron que quitarse las gafas y buscarse la comida. Y parece, incluso, que algunos bonobos pidieron a las bonobas quedarse allí y compartir aquella vida tan agradable. Pero sobre esto, nada se sabe con certeza. Esta historia ocurrió hace tantos, tantísimos años...
                                                                                                                           Adela Turín

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